Juicio contra la empleada doméstica por el crimen de un ingeniero en un country: el doloroso relato de la viuda

Rosalía Paniagua (36) se cruzó de brazos. Apenas negó con la cabeza cuando la fiscal repasó la acusación. No permitió que le tomaran fotografías y no cambió el gesto cuando Graciela Orlandi (72) se quebró al punto de no poder continuar con su declaración.

Juicio contra la empleada doméstica por el crimen de un ingeniero en un country: el doloroso relato de la viuda
Juicio contra la empleada doméstica por el crimen de un ingeniero en un country: el doloroso relato de la viuda

«Yo quiero que se castigue al asesino. Estoy con psiquiatra, psicólogo y medicación. Roberto no se merecía morir así, era un buen esposo, una buena persona. Estuve un mes sospechada, me llevaban a la DDI de Pilar todos los días. Nosotros nos queríamos mucho», dijo Graciela, la pareja de Roberto Wolfenson el primer día del juicio por el crimen.

No miró a Paniagua, sentada a su derecha, y tuvo que solicitarse un cuarto intermedio para que pudiera reponerse pero no logró terminar su declaración. Su testimonio -realizado durante la investigación- se incorporó por lectura.

Wolfenson era ingeniero electrónico, tenía 71 años y estaba jubilado. Continuaba realizando asesorías para empresas y el 23 de febrero de 2024 su profesor de piano y un vecino lo encontraron muerto en un cuarto de servicio de su casa del lote 397 del barrio La Delfina de Pilar.

Paniagua había comenzado a trabajar en esa casa el 2 de febrero. Inicialmente había sido contratada hasta el 29 porque Gladys, quien trabajaba con los Wolfenson «hacía años», se reincorporaría el 5 de marzo de sus vacaciones. Pero la mujer anticipó su regreso y aquel día, el del crimen, Wolfenson le pagó a Paniagua y le pidió que ya no regresara.

Roberto Eduardo Wolfenson Band fue asesinado en su casa ubicada en el barrio cerrado La Delfina. Tenía 71 años. Foto: Facebook

Por las discrepancias entre el horario de la muerte luego de la autopsia, los investigadores y los hijos de Wolfenson, Esteban y Laura Wolfenson, apuntaron contra Orlandi. La mujer, que era cónyuge de la víctima, había realizado una transferencia desde la cuenta de su pareja luego de conocerse su fallecimiento, además de que había pedido que no llamaran a la Policía cuando lo encontraron muerto. También accedió a su WhatsApp desde la computadora pero no advirtió a los investigadores sobre el ingreso.

El juicio se realiza en los Tribunales de San Isidro. El juicio está a cargo de los jueces Esteban Andrejin y Osvaldo Rossi, los mismos que absolvieron a Nicolás Pachelo por el crimen de García Belsunce, aunque luego Casación le dio perpetua, y Victoria Santamaría Guglielmetti.

Paniagua está en el banquillo de los acusados y se enfrenta a la posibilidad de una pena máxima.

Los hijos de Roberto Wolfenson a la espera del inicio del juicio en los Tribunales de San Isidro. Rosalía Paniagua pidió no ser fotografiada.

Esteban Wolfenson, el hijo de la víctima, también declaró. Contó detalles de las circunstancias posteriores al fallecimiento de su padre y el impacto de la noticia de que se había tratado de un homicidio.

«El fin de semana anterior (al crimen) nos habíamos visto. Se estaba recuperando de dos enfermedades que lo habían incapacitado bastante, estaba recuperándose bien pero no diría que estaba al cien por ciento», recordó sobre la última vez que Esteban vio a su papá.

Eludió la respuesta de su vínculo con la viuda de su padre luego de la investigación por el crimen: «A partir de ese momento la relación quedó… lo que pasa es que no había una línea de investigación clara. Se hablaba de todo, hasta que había habido un espía que había venido a robar información de la computadora. Había suspicacia y desconfianza, en ese momento no había una línea de investigación clara de qué había pasado. Habiendo una serie de evidencias presentadas, todo eso bajó un montón. Las cosas están muchísimo más claras», declaró.

Alejandro Broitman y Tomás Farini Duggan, representantes de la querella.

Luis Grinner, vecino de Wolfenson, también describió el momento en el que fue a buscar a su amigo porque no respondía el teléfono y su profesor de piano estaba en la puerta pero nadie respondía.

«Un descontrol»

El personal de la DDI de Pilar que intervino en la investigación y una perito que llegó primero a la escena del crimen fueron los primeros testigos del juicio que –se prevé– se extenderá hasta el viernes 7 de noviembre.

Durante los primeros minutos del hallazgo del cuerpo tanto el conductor de la ambulancia de la empresa Vittal, convocada por la administración del barrio (que resultó no ser médico y estar ejerciendo ilegalmente su tarea con la matricula de su hermano), como Marcelo Rodrigué, de la Policía Científica de San Isidro, indicaron que se trataba de una muerte natural vinculada a un paro cardiorrespiratorio.

Graciela Orlandi, la pareja de la víctima.

Sin embargo, la perito Débora Albornoz de la insistió en que se trataba de una muerte violenta destacando «escoriaciones» y «mucha sangre». «Por protocolo todas las muertes se tratan como homicidios hasta que determine la autopsia lo contrario», explicó en su testimonio. Además describió que el cuerpo estaba «pegado al piso» por la sangre seca cuando intentaron removerlo de la escena y la preservación de manos, que fue clave para encontrar ADN de la única acusada debajo de las uñas de la víctima.

También describió el lugar del hallazgo de los cabellos compatibles con los de Paniagua, que fueron «arrancados» y hallados «en el piso y en una pierna de Wolfenson».

Pero, además de esta instancia en la que se refirió que Wolfenson había muerto de causas naturales, la data de muerte de la autopsia había sacado a Paniagua de la escena del crimen: ella se retiró 13.53 del barrio La Delfina.

«En las imágenes se las ve hablando por teléfono con la mochila y sin ser revisada», explicó Sergio Torres, jefe de la Sub DDI de Pilar. Además, dijo que «había un descontrol en la guardia» por lo que se investigó a vecinos, inquilinos, ingresos y todas las personas que pudieron haber ingresado a la casa.

Torres, describió que gracias al análisis de celulares llegaron a Paniagua: «El teléfono coincidía, la última vez que usó el celular fue en el lugar donde se ven las cámaras. Con esos pequeños indicios, se allanó para buscar algún elemento más. Encontramos el parlante bluetooth en el allanamiento, las prendas de ropa aunque no sabíamos con qué ropa había estado en el momento del incidente. Con el parlante se envió a familiares y entre todas las cosas que se les exhibió lo reconocieron como el equipo que habían comprado en pareja», repasó el policía sobre los primeros indicios que apuntaron contra Paniagua.

«Lo que creemos es que, como venía el cumpleaños del nene (el hijo de Paniagua cumplía un año dos días después del crimen), andaba juntando plata para pagar lo que le faltaba de la fiesta. El dueño lo descubrió y le habrá dicho que la iba a denunciar. Él nunca iba a poder contra el físico de la mujer», explicó Torres sobre su hipótesis.

A su testimonio se sumó Marcelo Fabián Olivera, oficial Ayudante de la sub DDI de Pilar, que realizó el análisis de las cámaras de seguridad, claves para apuntar contra Paniagua.

La acusación

La fiscal Laura Capra brindó la hipótesis de la acusación en el inicio del juicio contra Rosalía Paniagua por robo y homicidio. «Que el día 22 de febrero de 2024, momentos antes de las 13:53 Rosalía Soledad Paniagua, quien cumplía funciones como empleada doméstica en el interior de la casa del Country denominado La Delfina, más precisamente en el lote N° 397. Una vez allí, Paniagua se apoderó ilegítimamente de un celular marca Motorola utilizado por Wolfenson, un parlante tipo bluetooth, un par de auriculares, un cuchillo, un candelabro de broce macizo con siete brazos (Menorah) utilizado en la colectividad judía para festividades; un par de guantes de limpieza de color rojo, propiedad del nombrado Wolfenson; varias pulseras de plata de distintas marcas; y dinero en efectivo un total aproximado de novecientos mil pesos», describió sobre la imputación.

«Asimismo, con el claro fin de procurar su impunidad, y aprovechando su calidad de empleada doméstica, dentro de la habitación de huésped ubicada en la planta alta de la finca mencionada, previo un forcejeo y golpes, mediante la utilización de un elemento en forma de lazo, Paniagua lo colocó alrededor del cuello de Roberto Eduardo Wolfenson Band y provocó su asfixia hasta su muerte, para luego darse a la fuga con los objetos de valor sustraídos», concluyó.

Los abogados de la querella, Alejandro Broitman en representación de Graciela Orlandi, y Tomás Farini Duggan, patrocinando a Esteban y Laura Wolfenson, se sumaron a la acusación de la fiscalía. Farini Duggan pidió además el agravante de la alevosía, y Broitman el abuso de la confianza de la imputada para cometer el crimen.

María Dolores Gómez, defensora oficial, representa a Rosalía Paniagua, que decidió no declarar al inicio del juicio. «Esta defensa solicitará lo que por el hecho corresponda», dijo Gómez a la expectativa de lo que ocurrirá en las próximas audiencias, previstas para el 5 y 7 de noviembre.

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